Te vi, como se mira al atardecer en un día caluroso en la playa, totalmente resplandeciente por tu sencillez absoluta y tus palabras rebuscadas al hablar, quién hubiera pensado que, en esta noche donde mi casa se inunda por el mar que desatan mis ojos, estaría pensando en ti.
Miro debajo de mi cama intentando encontrarte una vez más, aunque eso signifique mi propia muerte, pero cómo puedo decir esto, si desde antes de ti me encontraba divagando entre los rincones oscuros de mi habitación.
Ahora, cada mañana al despertar, todo es tan diferente, no me encuentro y comienzo a caminar bajo la lluvia escuchando música lo más alto posible esperando que los gritos dentro de mi mente me dejen en paz, a ver si por fin tú recuerdo deja de presionar la soga que llevo atada a mi cuello.
Sigues aquí, aunque no en presencia, pero tú esencia me mantiene postrada ante ti y tú imparable recuerdo que no me permite continuar mi vida. Me siento como si llevara una mochila en la espalda, con todas las piedras que dejaste en mi memoria y todos los recuerdos, gratos e ingratos, que dejaste sobre mi cama.
Tú te encontrarás sudoroso y solo tirado en tu cama y con el corazón destrozado, o eso espero.
