Y aquí estoy yo ahora, intentando ver más allá de lo que mis ojos me permiten, mirar más allá de mi ventana entrecerrada y las cortinas rosas que le intentan dar algo de luz a mi recámara solitaria y vacía.
Me enchina la piel recordar su nombre. Me da asco y repulsión, y al mismo tiempo me excita y me mece entre sus letras, y sigo arrumbada entre los huecos que hacen los resortes de mi cama, oliendo su aroma a perfume barato y shampoo penetrante que me revuelve el estómago.
Estoy al borde del vacío justo donde se mece esa piedra que no quiere caer pero se ventila con el mismo aire que pasa por ella. Mi mente me comienza a hablar diciéndome que he sido una idiota toda mi vida y que en realidad es algo que yo quería que pasara, porque digo, uno nunca sabe lo que tiene hasta que estás al filo de la navaja junto a la persona que pensaste podrías confiar.
Mi estómago me pide a gritos comer y lo único que hago es alimentarlo con cigarrillos, ni siquiera un vaso de agua porque ya en realidad no tiene sentido.
Mi vida se tornó en un holocausto, una película de terror y drama, ahora no sé si sigo siendo yo la protagonista de la historia o simplemente la persona que escribió el libreto y se marchó antes de pasar vergüenza por la basura que creó.
Siento que vivo en un trance del cual mi mente no me deja escapar, y me sostiene, como aquella cadena que sostenía mis ganas de salir del peligro que era estar cerca de ti.
No sé si esto es real, me siento más vacía que nunca, como un zombie que camina entre la gente simplemente vagando entre sus pensamientos ilusos, sin importarle el como lo miran los demás.
Lo más importante es que ahora estoy sin ti, y debería sentirme dichosa por seguir "sobreviviendo" como todas las personas "cuerdas" de este mundo tan grotesco, pero no, te has llevado mis ganas de comer, coger y vivir.